jueves, 29 de septiembre de 2016

El infierno es el otro de sí mismo y la vida y muerte del Diógenes enano

"El argentino olfatea algo, especula y acapara", lo dijo un enano que trabaja en una dependencia pública y tiene guardadas quinientas resmas de hojas (no exagero) en la oficina. Con suerte debe usar una al mes. Quinientos meses da algo así como más de cuarenta y un años y medio. Si tenemos en cuenta la humedad, el paso del tiempo que roe las hojas más que cualquier otra cosa, el encierro (porque están ocultas y bajo llave para que nadie se haga el vivo y se las robe) al principio, tal vez, se peguen un poco entre sí, tiempo después el mismo envase que las protege se empezaría a romper y las hojas quedarían al descubierto estropeándose, decolorándose, amarillentándose. En fin, irían a parar al Museo de la basura con una imagen representativa de Diógenes, el enano de la dependencia pública. Y una breve nota explicativa: Vivió y se enquistó atornillado a una silla que le dejaba los pies en el aire mientras creía albergar un solemne estrado. Murió rodeado de hojas muertas, hinchado de odio mientras, ya jubilado, intentaba llevarse a su casa las resmas acumuladas, los broches tamaño diez, los sobres oficio, los sellos, la tinta de los sellos (cincuenta frascos) entre otros dos mil artículos de librería que nunca usaría y el flete en el que viajaba chocó con, la tragedia es irónica, un camión de basura.